Imagen de Christopher Lovell.

Somos lágrimas y gozo dando vueltas en una cacerola.

Hoy salí de casa sintiéndome ligero. Como una postal llena de buenos deseos que va a atravesar el Atlántico.

Era un recién llegado de la mañana. Me bastó poco tiempo para entender la importancia de que las cosas sean finitas. Uno no puede ser eternamente feliz o desdichado, no se puede uno pasar la vida flotando porque las gotas de ambas sustancias deben brincar de aquí para allá.

Y es que nos vamos formando de mezclas que cada vez se fusionan más y más hasta que es imposible encontrar el inicio y fin de cada una.

Así estoy yo; sin inicio sin nada.

Incapaz de reconocer mis manos o mi voz. Puedo esconder mi cuerpo bajo la almohada o cerrar los ojos hasta des-fragmentar de la memoria cualquier recuerdo posible de la sonrisa que tuve ayer.

Puedo hacer muchas cosas pero no logró huir-me, mi humanidad me atraganta. La falta de aire va deteniendo uno a uno mis movimientos.

¿qué no hay nadie ahí que pueda detener el letargo?

No es ni medio día y yo ya perdí tres de mis siete puntos.